Mamá sin desearlo

Anteayer bajamos mi bichito y yo a la piscina. Al lado de donde puse las toallas había unos bolsos, unas toallas y una tortuguita. Mi bichito quería la tortuguita, así que la tuve que esconder detrás de uno de los bolsos para que no lo viera y fuera a por ella. Supuse que habría un bebé, pero no estaba por la piscina. Al rato vinieron dos chicas muy jóvenes y se sentaron y después 4 más. Una de ellas llevaba a un bebé que no debería de llegar a la edad de mi bichito.
En ese momento supuse que la pelirroja era su hermana, pero cuando salieron de la piscina y fueron andando delante de mi y la vi de perfil, supe que era su madre. Era una chica muy delgadita, pelirroja y el bebé era de tez oscura y moreno. Sin embargo, la tripita minúscula que se veía no concordaba con la delgadez del resto de su cuerpo. De todas formas pensé que quizá me equivocaba, aunque estaba casi segura de que era su madre.

El bolso lo había dejado al sol, por lo que el agua del bibe estaba caliente. Ella bebió y se dio cuenta que no podía dárselo al bebé. El bebé no paraba de quejarse y lloriquear, hacía mucho calor. Su madre le daba el chupete, pero él no dejaba de quejarse. Las amigas la decían que lo mismo le dolía algo, que le dolería la tripita, que le metiera en el agua. No la hacían ningún bien, se veía que no disfrutaba de la compañía de sus amigas. Esas amigas que de bebé sabían lo que habían aprendido como mucho cuando en su infancia habían jugado con sus muñecos.

La chica decidió arrimarse a la orilla de la piscina. El agua de la piscina está a unos 20-22º, una temperatura bastante fría para niños tan pequeños. Pero intentó meterle y se puso a gritar desconsoladamente. No llegó a meterle del todo, pero no paraba de llorar y el chupete no conseguía calmarlo. Las amigas seguían diciéndola cosas, como si ellas supieran más o tuvieran más experiencia que la jovencísima madre. Al final quien lo pagó fue el bebé, la mamá le dio tres azotes. No los merecía, sólo necesitaba tranquilizarse. Había 6 adolescentes (rondarían entre los 16-19 años a lo sumo) detrás de él, llamándole Cristian y poniéndole nervioso, insistiendo a la madre de que su poca experiencia era menor que la que tenían cada una de ellas con sus viejos muñecos.

Al final decidió ir a por agua, que era lo primero que hubiera hecho yo. Eso sí, tuvo que esperar a que alguna de sus amigas la acompañara a la tienda de al lado. Los lloros de su hijo sólo la hacían ponerse más nerviosa, pero no instarla a que fuera lo antes posible a por el agua. Me dieron ganas de cogerla el monedero y acercarme yo a por el maldito agua. Volvió con la botella de agua muy fresquita y se sentaron en un banco. El bebé tomo el agua y dejó de llorar.

Fue muy triste verla, me dio mucha pena. Cómo debió de sentirse cuando supo que estaba embarazada y la primera vez que tuvo a su bebé en sus brazos. Y qué tuvo que sentir cuando se dio cuenta que ya lo único que tenía en común con sus amigas era la edad. Que no la iban a comprender hasta que no fueran madres y eso, por normal general, pasaría dentro de bastante tiempo.

Yo tengo una amiga que fue madre con 19 años. Fue muy duro para ella, durísimo. No fue deseado. A veces iba a verla y salíamos a tomar algo, mientras su marido se quedaba con la pequeña. Ella lo necesitaba, necesitaba pensar que seguía teniendo 20 años y que no tenía tanta responsabilidad hasta que no volviera a casa. En aquel momento yo no la comprendía demasiado, pero a medida que fui madurando fui entendiéndola. Ahora ella tiene 31 años y su hija 13. Parecen hermanas más que madre e hija y ya está todo el camino hecho. Ahora quiere volver a ser madre. Ahora quiere disfrutar de lo que es tener un bebé porque lo deseas. Ha disfrutado de la niñez de su hija y va a disfrutar de su adolescencia, pero no disfrutó de la etapa de bebé y ahora quiere hacerlo. Para ella será quizá más fácil que para mi vivir y comprender la adolescencia de su hija dado que es más joven, pero los comienzos no fueron buenos, fueron realmente muy difíciles.

Así que ayer cuando veía a esa chica con su bebé me dio mucha pena y tristeza. Debía de darse cuenta que ya no iba a disfrutar como antes esas tardes de piscinas con sus amigas. Iba a tener que escuchar sus consejos, mientras su hijo lloraba desconsoladamente. Me dio pena porque no se estaba divirtiendo y seguramente la semana siguiente volvería a ir con sus amigas, porque no quería distanciarse. Sin embargo, lo peor era que ya se había abierto un abismo entre sus amigas y ella.