¡Qué bien lo pasamos ayer!

Cómo os conté ayer íbamos a ir a ver a una amiguita de la infancia de mamá a un pueblo de Guadalajara, así que recogí a los peques en mi coche de soltero (es el de mi marido) tres puertas sin aire acondicionado (el grande está en el taller) y me puse rumbo a su casa. Eso sí, ataviados para la ocasión, en una mano galletas y en la otra agua.

Su casa fue fácil de encontrar y después de más de 10 años volvimos a vernos. Yo no creo que ninguna hayamos cambiado demasiado físicamente, ella tan guapa y delgadita como siempre (coñe, podría haber cogido algún kilito la jodía después de dos embarazos, así una no se sentiría tan mal por no conseguir quitarse los 3 últimos que la sobran). Sin embargo, a nuestro alrededor estaban cuatro pequeños, dos de cada una. Fue extraño abrazarla después de tanto tiempo, pero enseguida nos pusimos a hablar sobre el mundo en general y nuestras vidas en particular.

Da gusto entrar en una casa donde habitan niños, no hay nada prohibido a su alcance y tienen miles de juguetes por cada esquina. Todo está adecuado para ellos y una se siente como en casa. La parcela era ideal para los pequeños una piscina, un trozo de césped, un arenero… así que cuando salimos lo pasaron fenomenal. Nos bañamos en la piscina, disfrutamos jugando en el césped, les llenamos una piscinita pequeña en la que nuestros más pequeños se tiraban de cabeza y se la bebían. Y así pasamos la tarde, junto a nuestros hijos, disfrutando mientras su hija mayor daba órdenes a mi Bichito, qué marimandonas somos las mujeres y mientras mi Pequeñín y su pequeña se ponían morados de zumo de naranja, pera y gusanitos y nosotras nos poníamos al día.

Al final del día les bañamos a los cuatro en la bañera, les hizo figuritas de pescado para cenar y volvimos a casa habiendo disfrutado de un gran día. No había salido del pueblo cuando mi Bichito estaba dormida y mi Pequeñín se retorcía buscando su sitio. 10 minutos y ambos dormidos profundamente mientras yo miraba el reloj y calculaba la hora de llegada. Entrábamos en el garaje a las 21:55, dos minutos más y mi marido aparecería con la moto para ayudarme a subir a los niños. Exactamente como había planeado llegó y subimos a los peques a casa. Les acostamos y cayeron en un profundo sueño hasta esta mañana.

Cuánto nos ha cambiado la vida a las dos y, sin embargo, es ahora cuando me siento más cercana a ella, es ahora cuando sé cómo se siente antes de que acabe la frase. Me alegra tanto haber ido, haber compartido la tarde con su familia, haber disfrutado de su compañía y la de sus hijos y de su hospitalidad. Cómo hemos dejado que pase tanto tiempo. Creo que lo pasamos genial los seis y me fui con la promesa de no dejar que pase tanto tiempo e intentar volver alguna tarde.

Hoy he quedado con otra amiguita y sus peques y estoy segura que difrutaremos también mucho!!!