5 años cumplió mi princesa el pasado 20 de julio, 5 años cumplí yo como madre.
Miro a mi princesa, tan dulce, tan cariñosa, tan preciosa y no deja de parecerme un bebé grande al que sus padres (osease, nosotros) le han convertido en una niña con más responsabilidades de las que debería. Mirarla a sus 5 añitos y ver que es la hermana mayor de dos hermanos y que la pequeña ya tiene más de 1 año, me da mucho vértigo y me hace reflexionar sobre si nuestra decisión fue justa para ella. Es la mayor, y aunque no queramos dado que la responsabilidad de sus hermanos es nuestra, se atribuye ciertas obligaciones que otros no la tendrían.
Vela por la seguridad de sus hermanos, con cariño y mucha devoción, porque los quiere con locura y solo hay que verla con ellos para ver lo importante que son para ella.
Marca el camino e intenta que su hermano y su hermana no rompan, no peguen, no ensucien, etc, etc.
Sus hermanos son sus maniquís, no necesita cabezas de muñecas ni muñecos para pintarlos, peinarlos o disfrazarlos, tiene dos hermanos con los que jugar, reír y disfrutar.
La miro enamora de ella, de la niña que es y me encanta ver la vida desde sus ojos tan creativos y despistados. Podría pasarme horas escribiendo sobre ella porque es maravillosa, cada célula que compone su cuerpo es absolutamente perfecta. Me embriaga cada recuerdo suyo, fue la primera de casi todo, la que hizo que yo naciera también aquel 20 de julio.
Y aquí estamos, creciendo las dos, porque yo tampoco soy aquella mujer, ni por asomo. Mucha gente piensa que las personas no cambian, que son en su esencia, la misma. Yo estoy segura que he pasado por muchas etapas en mi vida y que he ido cambiando a lo largo de ella. Pero desde luego el día que nació mi princesa nació otra persona totalmente distinta dentro de mí.
Al principio, era un nudo en el estómago y en la garganta, diciéndome cómo debía hacer las cosas y yo la escuchaba pero seguía rigiéndome por mi cabeza y por aquellas cosas que había leído/oído. Poco a poco, fui dejándola crecer, escuchando cada cosa que me decía, dejando que esa luz embargara mi cuerpo. Mi instinto crecía dentro de mí, arrasando convicciones estipuladas y socializadas, llenando cada cubículo, cada rincón de mi cuerpo y creciendo en mí. Y la dejé crecer, no le puse barreras sino que la ayudé con rampas para que su desarrollo fuera más grande. La permití embriagarme con mi propia esencia, la que nace de las entrañas y su luz inundó mi vida.
Y desde entonces soy feliz, con mis equivocaciones, mis defectos y mis fallos, pero feliz. Con mi falta de sueño, mi culo inquieto, mi vida estresante, pero feliz. Con mi no poder morderme la lengua, mi pasión por las cosas en las que creo, mi carácter directo, pero feliz. Con mis amigos, mi familia, mi marido maravilloso y mis increíbles hijos, pero inmensamente feliz.
Gracias hija mía, se me llena el corazón de alegría sólo con pensar una milésima de segundo en ti, se me llenan los ojos de lágrimas y me emociono porque tengo que darte las gracias cada día de mi vida.
Soy feliz gracias a ti, porque desde que estuviste en mi vientre fuiste tú la que dio comienzo a este cambio, este camino extraordinario en el que me acompañas cada día. Perdón por no escucharme antes y poder disfrutar de la mujer completa y segura con las que se encontraron tus hermanos. Porque tú has sufrido más ese cambio, ese ensayo-error, esas miles de preguntas que siempre me hice y que tú, con el brillo de tus ojos respondiste.
Seguiré creciendo junto a ti y recorriendo este fantástico camino que estamos recorriendo juntas. Y junto a tu padre y a tus hermanos saltaremos todos los obstáculos y seguiremos bañándonos en la felicidad que inunda nuestras vidas.
Gracias mi princesa y Feliz 5 cumpleaños. Te quiero.